Por: ALFREDO DE LA ESPRIELLA
Historiador
Yo diría, que el Grupo Tambó lo constituye, en su esencia más pura, didáctica y confesional, una Cofradía de sacerdotes rituales que honran con su lealtad y pureza el folclor Colombiano. Particularmente, el de nuestra Costa Caribe; donde ellos, bajo el instinto de su raza, vivencias y costumbres, se han empeñado con vocación y altruismo, a rendir tributo a sus ancestros.
Agrupación generosa, vital, donde todos y cada uno de ellos plasman, en la mística de sus correspondientes experiencias musicales, todo ese pasado que los honra y exalta, cuanto les ha granjeado simpatías y una acogida unánime y fervorosa digna de sus propios méritos. Virtudes, que en nuestro Carnaval se aprecian aún más cuando TAMBÓ en éste y otros Festivales han obtenido múltiples trofeos y agasajos que, igualmente reconocen esa entrega honesta y ese amor tan puro que los identifica compartiendo el afecto por sus tradiciones vernáculas y el respeto por una cultura cuya idiosincrasia identifica también en ellos esa parábola vital que trazan la experiencia y el oficio.
“Somos Indio y Negro fundidos en un mismo nombre y lenguaje: TAMBÓ”.
Expresan ellos en su oración folclórica sintiendo que el corazón, como los parches de los tambores late al conjuro de sus propias raíces y al sortilegio de sus nobles legados en cada nota, en cada ritmo, en cada voz, en cada verso.
Grupo Tambó: la expresión del folclor
Por AQUILES ESCALANTE Polo
Antropólogo
Más de Viente años de vida continua convierte al Grupo Tambó en una expresión viva y palpitante de la música folclórica y popular barranquillera. Inmerso en el área sociocultural caribeño, se individualiza por la propiedad con que ejecutan los aportes de las etnias que se funden para generar un nuevo producto cultural.
Tal la destreza que muestra al ejecutar una gaita, donde la melodía es llevada por el pito cabeza de cera, o la cumbia liderada por la caña de millo aportes melódicos de nuestros antepasados indígenas, y la polirritmia derivada de la tambora, los tambores troncónicos africanos, completados por las maracas, el guache, la guacharaca, las palmas y la voz humana.
Cuando al conjunto le integran el clarinete europeo, aumenta la fuerza interpretativa, intensificada cuando concurren el acordeón y el bombardino. Se convierte entonces en “Corraleros”, de tanto sentido para nosotros los costeños.
Ese producto musical, resultante de la conjunción blanca europea, india y negra, no es ni europea, ni india, ni negra; es música costeña, caribeña, colombiana y mundial.
Nuestras efusivas felicitaciones para el amigo Lisandro Polo Rodríguez por su aporte a la grandeza de la región.
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